De kk2011

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El 'cuento' del Enfoque de Género

      por Victoria Aldunate Morales



      La muda



      Venía moreteada en la cara y los brazos. Un hombre de baja estatura y muy

hablador se sentaba a su lado. Ella tenía un vientre de unos ocho meses de embarazo y a pesar de su mirada resentida, lucía como una de esas mujeres bellas de tevé. Alta y blanca, cabellos rubios. De aquellas a las que los mestizos de este país miraban dándose vuelta para repasarle cada una de sus partes. Era de aquellas adquisiciones masculinas que otros hombres envidiaban.

      A la joven psicóloga de la institución de Defensa de la Infancia Agredida no

le gustó esa mujer (nunca le habían gustado las tipas así, se hacían las moscas muertas y ella ya sabía cómo eran en realidad. No tenía pinta de víctima y además iba a regalar a su guagua.). El tipo a su lado, venía diciendo que darían al hijo en adopción porque no podían tenerlo, que quería que les dieran un papel a firmar, de inmediato, que su mujer acataba la decisión. "Usted tiene un tono de mando.", le respondió la asistente social -de la misma Institución- con algo de molestia (no le gustaba que cualquier usuario viniera a levantarle la voz). Sí, él había sido carabinero, ella no se equivocaba, por eso su tono -el hombre la miró con algo de sorna-. "Ajá", dijo ella. La profesional ofreció el documento para que leyeran las cláusulas, intentó entregárselo a la mujer, pero el tipo lo tomó antes y ella no se iba a meter en líos de parejas.

      El día del Test psicológico, la psicóloga recordó que esta era la misma rubia

que no había dicho ni una sola palabra una semana atrás y por lo que luego, para identificarla, con la asistente social la habían bautizado como la muda. Hoy en cambio estaba más elocuente (es que el tipo no había podido entrar con ella a la cabina terapéutica y la muda era una de esas que se dejan pegar y luego se quejan, además tenía un personalidad patéticamente infantil.). Pero la psicóloga, que se enorgullecía de su profesionalismo, hizo su trabajo adecuadamente: escuchó atenta a la rubia cuando decía que se quería morir y la dejó llorar. Luego de que la vio calmada, le respondió: "Bueno señora" -lo dijo con su tono dulce acostumbrado- "denuncie, ahora están todas las facilidades con la Ley VIF. Qué él no lo note y de acá se me va a Carabineros y coloca una denuncia". Se lo dijo como a una niña, secreteando, con una sonrisa cómplice a la que la rubia respondió con otra sonrisa (ahí fue cuando vio que no era tan regia la rubia, se le notaba lo pobre, de estas rubias de población no más.). Recogió la hoja de respuestas y se despidió de ella con un apretón de manos.

      Meses después, luego del femicidio de la rubia, la Abogada del Observatorio de

Derechos Humanos de las Mujeres envío un mail a la Institución de Defensa de la Infancia Agredida preguntando por qué no se había hecho, desde esa institución del Estado, la denuncia correspondiente de Violencia Intrafamilar contra el hombre para proteger a la mujer, si el informe social decía claramente, entre otras cosas, que "se había observado moretones y aparente temor en la mujer, así como agresividad en personalidad del hombre.". La respuesta institucional no se hizo esperar y en una de sus partes rezaba: "Nuestro organismo tiene como objeto regular a favor de la infancia. Nuestro interés es el interés superior del niño -en este caso, dado ya en adopción-. A la usuaria se le recomendó denunciar.".

      La india



      Llegó a las 9 y cuarto de la mañana, el calor ya abrasaba a esa hora, pero a

ella no le importó. Entró adolorida y con su niña chiquita de la mano, pidió permiso sumisa y explicó en la oficina institucional para la Mujer, que su marido le había pegado la noche anterior. Se levantó la blusa sin que la psicóloga alcanzara a pedirle que no lo hiciera. Mostró sus cardenales, dos grandes cardenales que cruzaban su espalda. Su pequeña hijo abrió unos ojos inmensos cuando vio el cuerpo de su madre, pero calló.

      Me grita india sucia, siempre me insulta, estoy cansada ya, son 17 años, no

puedo más.Ni una lágrima, tranquilo su rostro. ¡Quiero que lo saquen de la casa, por favor!

      Luego de varias horas, volvió empapada en transpiración a su casa y sin

respuestas. Nadie podía hacer lo que ella necesitaba que se hiciera. Nadie iba a sacar a su marido racista de la casa porque nadie la amparaba. Le habían propuesto ir a un refugio para mujeres y eso quería decir que él lograría además sacarla de su propia casa. Debía pasar por una entrevista personal con una asistente social que decidiría si su caso calificaba o no para acceder al refugio, porque eran escasos los cupos. Y después el fiscal tenía que dar la orden. La psicóloga le pidió que no dejara de asistir.

      La joven jefa del departamento de la Mujer, experta en Género, se fijó en los

apellidos mapuche de la mujer cuando la psicóloga le pasó su informe para firmar, luego firmó mecánica, olvidando del todo lo que firmaba, y le recordó a la profesional que debía ocuparse "un poco más" de manejar una buena convocatoria para las tres acciones municipales de "Buen Trato" planificadas: "El túnel de los sentidos", " Los portales con siluetas de mujer" y "La promoción del Autocuidado Eficiente".

      La jefa se sentía muy orgullosa de sus proyectos y la Dirección se los

alababa. A la terapeuta anterior la habían echado por ocuparse demasiado de la Primera Acogida y muy poco de los megaproyectos. La Jefa la había despedido con una sonrisa en el rostro diciéndole que contara con ella para lo que fuera, que si bien era cierto que no habían estado nunca de acuerdo, eso no significaba que ella no aceptara la diversidad.

      Luego de firmar el Informe de VIF de la mujer mapuche, se preparó para irse,

ordenó su traje dos piezas y comentó que se le hacía tarde para la reunión ministerial en que se corroborarían algunas nuevas estrategias de intervención en VIF (Violencia Intrafamiliar).

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Pagina modificada em 09 de September de 2008, às 21h52