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Hilda Rais-Poeta Feminista Argentina

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11 de January de 2010, às 01h25 por 200.137.221.188 -
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CUANDO LAS MUJERES DIJERON UFA
Hace 40 años –cuando aún no existía la ley de divorcio, la patria
potestad la ejercía el padre y la palabra aborto apenas se susurraba– un grupo
heterogéneo de mujeres fundó la Unión Feminista
Argentina, a la que se sumó prontamente la entonces adolescente Hilda Rais, quien
participó en múltiples actividades dentro
del naciente movimiento, y paralelamente desarrolló una carrera literaria
escribiendo varios libros colectivos, dictando originales talleres y, sobre
todo, produciendo tres volúmenes de acrisolada, admirable poesía. El último, Ensayo
y serenata, acaba de aparecer.

A la legua se le nota que preferiría no hacerlo. Que la idea de
ser entrevistada para una nota periodística la descompagina un poco, como si la
inquietara no estar a la altura de la situación... “Te aviso que no sé hablar
sobre mi poesía”, le había dicho al pasar a la cronista en la amable función de
estreno de Ensayo y serenata, su último libro presentado en NoAvestruz, entre
amigas y amigos de verdad, con arrebatada introducción de Angélica Gorodischer,
algunos poemas de ahora y de antes interpretados estupendamente por María Inés
Aldaburu.
Hilda Rais, la mujer que se demora en llegar a la entrevista, aparece con un
vinito bajo el poncho –un decir que se contradice con el calor reinante–, sin
duda para darse ánimos y avenirse a la conversación que la tendrá de
protagonista. De merecidísima protagonista, tanto por su condición de feminista
de la primera hora (de continuada militancia en el tiempo) como por su alta
calidad de poeta.
Hilda Rais tuvo casi adolescente su despertar feminista, en 1970, cuando se
integró a las filas de la UFA, donde actuó entre 1970 y 1976; también participó
del grupo Política Sexual (1973-1974) y en los ‘80 formó parte del Frente de
Lucha por la Mujer, fue miembro de la Comisión pro Reforma de la Ley de Patria
Potestad y socia fundadora de Lugar de Mujer. Entre 1999 y 2007, desplegó mucha
actividad en Sudestada, asociación de escritoras de Buenos Aires. Paralelamente,
Rais dictó singulares talleres de escritura para mujeres que nunca habían
escrito, asimismo para aflojarles la mano a abogadas, psicólogas, sociólogas
“que escriben tan mal”. Como ensayista, entre otros artículos, dio a conocer en
1984 un trabajo que marca una fecha por destapar una temática hasta ese entonces
silenciada: “Lesbianismo, apuntes para una discusión feminista”. Como poeta, H.
R. ha publicado: Indicios (La Campana, 1984, premiado), Belvedere (Libro de
Tierra Firme, 1990) y, muy recientemente, Ensayo y serenata. Con otras
escritoras y siempre con neto enfoque feminista, escribió Diario colectivo (La
Campana, 1982), Salirse de madre (Croquiñol, 1990), Locas por la cocina (Biblos,
1998). En este último texto, bajo el insinuante seudónimo de Calderita
Barcarola, se permite un poema humorístico sobre el aborto en que, luego de
establecer una serie de disparidades culinarias (“escama no es pescado...”),
cierra así: “El semen no es un enano,/ el óvulo no es doncella,/ cigoto no es
vida bella, / embrión no es ser humano”.
“A través de una amiga conocí a Leonor Calvera, supe que se había constituido
la UFA, fundada por María Luisa Bemberg y Gabriela Cristeller”, empieza a
confiarse Hilda Rais. “Empecé a averiguar de qué se trataba y fui a una reunión
en diciembre del ‘70. Gabriela había formado previamente un grupo de reflexión
sobre la sexualidad –para parejas heterosexuales, obviamente–. En realidad, era
una condesa italiana que había tomado contacto con el feminismo en su país.
María Luisa lo había hecho a través del feminismo norteamericano.”
Es decir, que arrancamos con un feminismo de alto copete...
–Creo que debe ser éste el único país del mundo donde las fundadoras de una
organización feminista tienen ese origen... UFA disponía de un local muy grande
gracias a la familia de la condesa. Así fue que entré en un grupo de
concientizació n y de pronto me encontré sentada entre desconocidas que debían
contar cosas personales, de la vida privada. Fue un shock. Se proponía un tema y
todas empezaban con la misma frase: “Bueno lo mío es muy particular”. Y luego de
escucharnos entre nosotras, encontrábamos los puntos en común, algo muy
impactante. Para mí, la experiencia de estos grupos fue realmente importante.
Comprendí en carne propia aquello de que lo personal es político. Siempre había
una coordinadora que marcaba el tiempo, no te podías exceder. Tenías que
aprender a escuchar a las demás, que no eran tus mejores amigas: eran otras
mujeres. Y después, no te quedaba otra que salir de la conmoción, porque era
imposible no involucrarse emocionalmente. Salir para poder pensar, sacar
conclusiones, anotarlas...

¿Cómo se elegían los temas a tratar?
–Había un temario que creo que había traído María Luisa de las
norteamericanas: relación con la madre, con el padre, con los hijos, con el
dinero, con el jefe en el trabajo, la primera menstruación. .. Con el tiempo se
fueron agregando otras cuestiones de nuestra propia vida cotidiana. La función
de coordinar era rotativa y había que entrenarse, aunque era la parte que menos
nos gustaba. Estos grupos te servían mucho para la vida y la comunicación entre
mujeres, te sentías con una responsabilidad respecto de las demás.
¿Leían materiales teóricos sobre feminismo?
–Teníamos poquísimo material al alcance. Algunos libros que habían traído de
afuera Gabriela, María Luisa. Algunos textos muy fuertes como Carla Lonzi:
Escupamos sobre Hegel, Rivolte Femminile También Betty Friedan. Hacíamos
fotocopias de muchos artículos.
¿Cuándo y por qué se produce la escisión?
–Esa UFA duró hasta el ‘73. Primero dejamos de tener el lugar de encuentro.
Entonces, las reuniones se hacían en distintas casas, hasta que se produjo la
ruptura. En esos primeros años, éramos la mayoría mujeres de clase media, casi
no había universitarias o profesionales. Empezaron a ingresar militantes de
izquierda con otras problemáticas –capitalismo, lucha de clases– que agitaron el
ambiente, aunque no explícitamente. También aparecieron pequeñas miserias: si
bien se podían comentar y comunicar las conclusiones, las historias personales
no podían salir del grupo. En algunos casos, ese secreto se vulneraba, circulaba
el chisme. El lesbianismo no se verbalizaba. Las lesbianas decían, decíamos:
“Bueno, cuando me enamoré de una persona...”. Hay que reconocer que estábamos en
otra época y vivíamos con el temor de espantar a la gente, de que se
malinterpretaran nuestras propuestas. El rótulo de feminismo igual lesbianismo
tenía un peso negativo tremendo en ese entonces. Cada una se animaba a lo que
podía. En fin, el estallido se produjo por una serie de razones. Se discutió
mucho sobre si sólo debían tratarse temas específicos de la mujer, o si se
ampliaba el compromiso y se consideraba todo lo que pasaba en materia política
en nuestro país, en América latina. Renunciaron Leonor Calvera, Alicia
D’Amico... María Luisa Bemberg ya se había ido para dedicarse al cine. Gabriela
Cristeller tampoco estaba. Quedamos Mabel Maio, Marta Míguelez, Sara Torres,
Inés Hercovich, María Mellino... Decidimos sentarnos a reflexionar, a estudiar,
y luego irnos abriendo. La actividad pública que hacíamos era, por ejemplo,
volantear para el Día de la Madre por calles y plazas.
¿Qué decían en esos volantes? ¿Entraban ustedes en contacto con la
gente?
–Había algunos con unos dibujos muy graciosos que aludían a las múltiples
tareas de la mujer en la casa, con los niños, los electrodomésticos. El lema
era: Madre, reina o esclava, nunca una persona. En el ‘74, cuando López Rega
mediante salió el decreto de prohibición de anticonceptivos, nos lanzamos no
sólo a volantear, también a estar en la calle Florida hablando con la gente
sobre el tema. En el ‘75, en el Año de Igualdad, Desarrollo y Paz, se armó una
coordinadora para organizar los eventos, con mujeres de los partidos políticos,
feministas. Ya existía el MLF (Movimiento de Liberación Feminista), creado por
María Elena Oddone. María Luisa Bemberg se había hecho bastante conocida por el
guión de Crónica de una señora, de 1971, y en 1975 hizo el de Triángulo de
cuatro, las dos películas protagonizadas por Graciela Borges. Entonces, cuando
había que ir a un medio y se necesita a alguien presentable, que supiera
expresarse, ¿quién cumplía estos requisitos? María Luisa, claro, que resultaba
inatacable, la trataban con mucho respeto. En cambio, María Elena era muy
guerrera, muy agresiva con los entrevistadores.
¿Por qué dos agrupaciones siendo tan pocas todavía?
–Eso nos preguntábamos en la segunda etapa de UFA. Nos juntamos, tuvimos una
larguísima charla. Quedó claro que María Elena quería ser la directora, la
presidenta, la líder. Ella era verticalista, mientras que nosotras estábamos en
la horizontalidad, sin jerarquías. Algunas del MLF se vinieron a UFA, empezamos
a trabajar con los chicos del FLH (Frente de Liberación Homosexual) que había
arrancado porco antes. Nos conectamos porque ellos estudiaban el feminismo y
formamos el grupo Política Sexual, inspirándonos en Kate Millett. Ahí estaba
Néstor Perlongher, de formación marxista, de una lucidez enorme. Entonces nos
juntamos los chicos del FLH, que eran muy jóvenes, y algunas feministas de UFA,
María Elena y un varón hétero español, demógrafo.
¿Qué representó para vos el hallazgo del feminismo?
–Descubrir cómo mirar el mundo, la vida en general, mi vida en particular, de
otra manera. Se me abrió la cabeza. Yo no tenía el registro de que hubiera una
injusticia tan grande en relación con las mujeres. Se me iluminó todo de golpe.
Fue tan fuerte que me pasé de rosca, me fanaticé. A donde iba, una fiesta, una
reunión, bajaba línea. Veía la opresión de las mujeres no sólo en la vida,
también en el cine, en la literatura. Yo había militado en la izquierda desde
los 15 y de pronto me encontraba con que nos atacaba la izquierda porque nos
consideraba pequeñoburguesas, mientras que la derecha nos tomaba por subversivas
terroristas: las notas que salían en El Caudillo eran terribles.
¿En esos primeros años todavía no proponen abiertamente cambios en las
leyes?
–Por supuesto que había una serie de cosas que considerábamos que era
necesario modificar, pero no las hacíamos públicas. Nuestro programa incluía el
aborto legal y gratuito, el divorcio, la patria potestad indistinta.. . En esa
primera etapa no nos vinculamos con ningún partido político que pudiera tomar
esas banderas y defenderlas.
Contame, por favor, la insólita historia del teatro feminista con Ure.
–A mediados de los ‘70, Marta Míguelez, que se estaba formando como directora
teatral, quiso estudiar con Alberto Ure. Ella había estado leyendo a Paulo
Freire y pensó que se podía hacer teatro feminista sobre la base del teatro del
oprimido. Ure le respondió algo así como “¿Tenés feministas? Entonces hagamos
una cosa: traémelas y trabajamos mientras vos aprendés dirección”. Y ahí fuimos
un montón alegremente a laburar con Ure, a desangrarnos bastante. Ure era de una
curiosidad, de una pasión increíbles. Nos provocaba continuamente situaciones de
violencia, a nosotras que veníamos con el discurso de que las mujeres no somos
agresivas, mucho menos las feministas que tenemos ideales, creemos en el
respeto, la horizontalidad. Ure nos largaba: “Bueno, ¿así que les interesa el
tema del aborto?”. Y a continuación armaba una escena, nos mandaba: “Vos estás
para abortar y tenés que pelearte con el médico. Vos sos el médico. Vos sos el
policía...” Nos obligaba a sacar una violencia que creíamos no tener
representando distintos personajes. Estuvimos varios meses trabajando con él,
fue muy revulsivo. La mayoría no pudo soportarlo, quizás porque no éramos
actrices profesionales. No estábamos preparadas para ese baile, teníamos la
ilusión de hacer un teatro feminista claro, didáctico, eficaz... Y él nos metió
en zonas oscuras, perturbadoras. Dejamos a Ure y seguimos por nuestra
cuenta.
Se acercaba la fecha fatídica del golpe...
–Sí, en UFA ya había mujeres que venían del PST, del trotskismo, con mucho
compromiso político. Entonces, ocurrió el golpe. Poco tiempo después, cuando aún
nos seguíamos reuniendo, nos llegó a través de María Luisa Bemberg que se había
enterado a través de sus contactos de que los milicos nos habían catalogado como
un grupo de ultraizquierda. En ese momento, una probable condena a muerte. Ya
habían empezado las desapariciones, sabíamos de gente que pasaba a la
clandestinidad. En consecuencia, disolvimos UFA de común acuerdo, quedamos como
feministas sueltas que nos juntábamos cada tanto, leíamos. En esas reuniones
estuvo un poco el origen del Diario colectivo, que se publicó más tarde. Lo
escribimos entre el ‘80 y el ‘82, a partir de la idea de Inés Cano que tenía el
libro de Shulamith Firestone.
Durante esta primera década, ¿ustedes percibían que eran agentes de cambio,
que las ideas feministas se iban expandiendo?
–Veíamos que se empezaban a producir algunos cambios. Por ejemplo, en algunos
diarios y revistas que reflejaban las movidas y los logros del movimiento
feminista, siempre considerando que acá estaba todo muy verde. En los tempranos
‘70, fuimos con María Luisa Bemberg a una entrevista para la revista del diario
Clarín, que nunca se publicó. Imaginate: María Luisa tenía cuatro hijas, y en el
reportaje se le ocurrió contar que cuando había quedado embarazada por quinta
vez, “sentí que tenía un cáncer en el útero y aborté”... Años más tarde, cuando
escribíamos Diario colectivo, recurrimos al asesoramiento legal para asegurarnos
de que uno de los textos, una experiencia de aborto, que es la mía, no
constituía apología del delito. De todos modos, creo que algo se empezó a abrir
en el ‘79, nosotras retomamos las actividades públicas, comenzamos la campaña de
la patria potestad, que era el tema menos irritativo. En el ‘79 apareció el CEM,
Centro de Estudios de la Mujer. Un día llegó Inés Cano a una reunión toda
alborotada: “¡No saben lo que pasó! Estuve en una jornada de psicólogas que
trataron el tema de la mujer”. “¿Psicólogas?”, dijimos casi a coro. Es que casi
las considerábamos en la vereda de enfrente. Inés prosiguió: “Y adivinen quién
estaba: Eva Giberti”. “¿Y cómo está?”, quisimos saber. “Muy bien, tiene un
pensamiento claramente feminista”.
La campaña por la patria potestad indistinta fue realmente efectiva.
–Ahí se pronunciaron muchas celebridades, actrices, actores, animadores. Todo
comenzó con el caso de una madre soltera de Mendoza, una mujer a la que echaron
del Poder Judicial por estar embarazada sin haberse casado. Ahí empezamos a
hacer ruido, con el respaldo de gente famosa. Ya llegaban de afuera algunas
películas de inspiración feminista, como Lo mejor de Juan, que devorábamos
ansiosamente. Comenzaron los encuentros feministas en Latinoamérica. Cuando
abrió Lugar de Mujer en el ‘83, estaban volviendo muchas mujeres políticas que
se habían hecho feministas en el exilio.
Lugar de Mujer es otro hito fundamental para el feminismo local.
–Empezamos a trabajar durante el ‘83 con la idea de abrir una casa,
tratábamos de ver la forma de financiar el proyecto, invitamos a otras mujeres
para cambiar ideas. Calculamos: si cada una pone 100 dólares –de aquel entonces–
podemos alquilar un departamento barato y realizar todas algún trabajo gratuito
en esta casa abierta, que se podía autoabastecer con las cuotas de las socias. Y
lo hicimos. De pronto, en una reunión caían veinte mujeres que no sabían nada de
feminismo, muy interesadas en participar. Las psicólogas, las abogadas
comenzaron a acercarse al feminismo. Eran tiempos de esperanza por la
recuperación de la democracia. Hubo una confluencia entre las que nos habíamos
mantenido unidas, trabajando un poco en secreto, y muchas otras mujeres que
estaban dispuestas a participar, sumadas a las que volvían del exilio. Lo
conseguimos. Desarrollamos una actividad que ahora me sorprende a mí misma.
Armamos un colectivo organizado. Había atención legal, talleres de autoayuda, un
espacio de arte, un barcito en el fondo, se debatía mucho. En Buenos Aires, fue
el primer sitio donde funcionaron grupos de autoayuda para mujeres golpeadas.
Tiempo después, claro, empezaron las financiaciones, los proyectos
esponsoreados, la cosa del quiosquito.. . Dejó de ser el lugar de resistencia, de
creatividad, de trabajo desinteresado. Pero ciertamente en Lugar de Mujer
surgieron los primeros grupos de lesbianas, ATEM tenía su espacio...
En los ’80 se concentran en las reformas legales.
–Mirá, el primer día de democracia, cuando se abrió la Cámara de Diputados,
los primeros proyectos que entraron allí fueron los presentados por las abogadas
de Lugar de Mujer: Patria Potestad Indistinta e Igualdad de los Hijos ante la
Ley (matrimoniales y extramatrimoniales) . Ahora te sigo respondiendo a una
pregunta tuya anterior: al producirse esta apertura con Lugar, al multiplicarse
las feministas, al sumarse tantas mujeres, nos dimos cuenta de que lo que había
hecho en los ‘70 había cumplido una función corrosiva: ir infiltrando el ideario
feminista. Creo que las feministas de los ‘70 fuimos responsables de bastantes
cambios culturales: por ejemplo, que a partir de los ‘80 muchos varones
empezaran a pensar que ser machista, proclamarse machista, era malo. En los `70
era impensable una legisladora que se manifestara feminista. Yo me siento
contenta y orgullosa. Por supuesto que en los ‘80, a partir del regreso de la
democracia, hubo muchas expresiones periodísticas con distintos grados de
inspiración feminista, desde el suplemento de Tiempo Argentino y el periódico
Alfonsina a las revistas femeninas como Claudia, el programa de radio Ciudadanas
a alguna producción televisiva.
Chica de letras
Ensayo y serenata es el sugerente título del libro de poesía que Hilda Rais
acaba de alumbrar. Intentar algo sin estar segura del resultado, probar, acaso
verificar: es decir, ensayar. En música, esa arte tan cercana a la poesía, la
serenata es un pequeño concierto que se le brinda a alguien al aire libre,
mientras cae el sereno, el rocío nocturno. Una pieza instrumental de varios
movimientos tocada preferentemente por los vientos, que naturalmente hay que
ensayar... “Un ensayo es provocar la eternidad (...)/ Cultivar la renuencia/
clavarse los puñales/ repudiar pruebas de fertilidad/ enfermarse/ no tener
ganas”, dice bellamente H. R. en su primer poema. Más adelante: “Voy a barajar y
dar de nuevo, sí,/ pero no hay mesa ni piso ni escritorio/ no tengo dónde
nuestras cartas descifrar/ ni tengo cartas”. Y acercándose al final: “Las horas
han dado sereno/ sueñan los salvajes, duermen los unitarios”.
Dice Hilda Rais que aprendió a leer de muy chica y por propia iniciativa:
“Todavía tengo el recuerdo remoto del orgullo de mi viejo cuando yo en la playa
con un palito escribía mi nombre sobre la arena y la gente se paraba admirada:
“Ay, tan chiquita!”. Me encantaba escribir las composiciones en el colegio.
Luego, en el secundario, cuando me daban una consigna para escribir, la
devolución de la profesora solía ser: “No corresponde al tema. Es que frente al
estímulo, me disparaba para otro lado”.
¿Tenías pajaritos en la cabeza?
–Ojalá hubieran sido pajaritos, es hermosa esa figura... Me regalaron un
diario a los 12 y ahí empecé a anotar mis pensamientos profundos de tristeza,
soledad. A continuación, pasé a los cuadernos, donde escribía todo lo que se me
pasaba por la cabeza. Textos breves que ahora se llamarían prosa poética. En la
adolescencia leía a los surrealistas franceses. Recién a los veintipico me di
cuenta de que me vendría bien un taller. Fui a la SADE, primero a narrativa,
pero vi que toda la gente escribía cuentos, no era lo que tenía en carpeta. Me
pasé a poesía, que coordinaba Elizabeth Azcona Cronwell, y me quedé ahí un
semestre. Después seguí yendo a un taller en su casa, tenía maravillosos
compañeros. Ahí supe que yo escribía poesía, la experiencias fue fantástica. Me
puse más rigurosa, empecé a pulir más los textos, a escuchar otras opiniones.
Pero a mis libros de poesía los trabajé siempre sola, salvo algunas consultas.
Al revés de los libros con feministas, que tienen ese carácter colectivo.
¿Reconocés el momento en que encontraste tu propia voz?
–Muy al principio, antes de entrar al taller de Elizabeth, yo leía a
Alejandra Pizarnik. Y en ese entonces, pensé: ¿para qué voy a escribir yo si
esta mujer ya dijo todo lo que yo quisiera decir, y lo hizo de manera tan
genial? Estaba deslumbrada ante tanta maravilla. Y seguí escribiendo. Ya en el
taller, cuando Elizabeth me marcaba influencias, yo le decía que tenía
coincidencias, que algunas de esas cosas las había escrito antes de leer a
Alejandra. Con el tiempo fui entendiendo y aceptando el tema de las influencias,
que en mí son múltiples. Y seguí escribiendo, dejando mis cosas en remojo... Lo
que me parece más interesante de lo que voy guardando es lo que no entiendo del
todo. O quizás al día siguiente descubro que hay un verso, dos versos y me los
reservo, por ahí los cuelgo en otro lado porque esas líneas me disparan otras
cosas.
¿Así procediste con Ensayo y serenata?
– Lo terminé a fines de 2007 porque me puse como plazo un concurso, me
concentré tres meses en los papeles. No la pasé bien, ver todo junto me daba una
angustia tremenda porque no son muy alegres mis textos. Pero pude salir y
ponerme a corregir cada poema horas y días, en silencio y soledad. Deseché un
montón, me pregunté si ahí había un libro, organicé el material, lo dividí en
sectores y en un momento le puse punto final. Por supuesto que aparecieron
muchos interrogantes: ¿por qué quiero comunicar esto que escribí? Si sufro y me
cuesta tanto preparar un libro es porque tengo una expectativa de felicidad:
poder compartir el fruto de este trabajo.
Es verdad que tus poemas son duros, pero se aligeran con la ironía, con el
uso juguetón de las frases hechas que amortiguan ese dolor latente...
–Si yo no tuviera este sentido del humor, no estaría viva. Como te dije, no
sé teorizar sobre mi poesía, pero algo tengo claro: no escribo sobre nada de lo
que pueda hablar. Porque si puedo hablar de algo, no lo escribo. Lo que está
escrito en mis otros libros de poesía, sólo esta ahí, expresado de esa manera,
con ese tono, con ese ritmo, con ese espacio. Sólo de ese modo. Es como si se
tratara de otro lenguaje, en el que aparecen mi ironía, el habla popular, las
canciones, los boleros que por ahí dejo caer.

(entrevista feita por Moira Soto, publicada no periodico página 12 em janeiro de 2010)



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Pagina modificada em 11 de January de 2010, às 01h25